miércoles, 27 de julio de 2016

HABLAR EN PÚBLICO

Tras la última entrada publicada, he considerado oportuno comenzar una serie de recomendaciones en lo referente a las exposiciones en público, pero en un plano general, no solo focalizado al ámbito de clase.

Para empezar, es imprescindible tener claro que la experiencia de hablar en público tiene que asentarse en un objetivo inicial: transmitir una información, manifestar alguna opinión o, sencillamente, entretener. Así pues, será esa intención la que utilizaremos para orientar nuestra intervención.

Hay que tener en cuenta que el hecho de hablar delante de otras personas no significa que tengamos que limitarnos a ponernos delante de todo el mundo y, simplemente, “vomitarlo todo”. Evidentemente, tenemos que ganarnos la atención del público; es decir, hay que establecer una verdadera comunicación para que el mensaje se capte y sea efectivo.

Es importante que organicemos bien las ideas que queramos transmitir y que nos aprendamos realmente bien la intervención que queramos realizar. Esta es una tarea que no ha de centrarse exclusivamente en preparar el discurso en sí, puesto que también hay que ensayarlo para ver cuál es la mejor manera de exponerlo.

Como se advertía en anteriores líneas, tenemos que captar la atención del público, haciendo que la gente se interese por el tema desde un primer momento. Por tanto, tendremos en cuenta que está bien conocer la materia que se va a tratar, pero lo realmente importante es saber cómo hablar correctamente de la misma. La exposición ha de ser lo suficientemente atractiva para no aburrir al público. Así pues, hay que ser sugerentes y convincentes.

Cierto es que lo primero que hay que tener presente a la hora de exponer un determinado tema es que tenemos que manejarlo de tal manera que se vea que lo dominamos. Se supone que el público que nos escuchará no será demasiado experto y, precisamente por eso, pretenderá adentrarse más en la materia. De ahí la importancia del dominio del tema, por un lado.

A la hora de ponernos a escribir el discurso, notaremos que no es la parte más fácil del proceso, precisamente. Así como tampoco es una de los momentos determinantes. Eso sí, la manera de exponer las ideas es lo verdaderamente fundamental. Y es que, un mismo discurso puede tener acogidas muy diferentes según las habilidades que demostremos.

Es evidente que los posibles nervios son algo más que naturales. No obstante, tenemos que pensar en todo momento que no nos estamos plantando delante de nuestros enemigos (el público), ya que si asisten al acto es porque el tema les interesa de antemano. Así como también esperan del orador que sea una persona versada sobre la materia en cuestión.

Tendremos especial cuidado en cómo exponemos las ideas oralmente, empleando un vocabulario correcto y adecuado, mostrando cuidado con los gestos y movimientos (que sean naturales y no demasiado forzados), etc. También es muy importante la vestimenta, intentando que esta sea lo más formal posible, sin que tampoco resulte demasiado sobrio. Algo intermedio estaría bien. Y es que todos estos detalles van a ser tenidos muy en cuenta por la gente que se siente a escucharnos.


Poco a poco, iremos adentrando más aún nuestros pasos en el mundo de las exposiciones orales.

sábado, 16 de julio de 2016

¿Cómo afrontar una presentación en público?

Habrá ocasiones a lo largo del curso escolar en las que tengamos que enfrentarnos a la, muchas veces temida, exposición oral delante del resto de compañeros. Esto puede causar en algunas personas cierto nerviosismo, pero no debemos olvidar que es también una muy buena oportunidad para ir soltándose en este terreno.

Así pues, y aunque parezca muy obvio, la mejor manera de frenar la ansiedad que nos pueda causar la situación es hacer una buena preparación previa.

Exponer oralmente supone que no tengamos posibilidad de corregir errores sobre la marcha, al contrario del trabajo escrito. Por tanto, no es importante únicamente el contenido, sino que también es importante la exposición.

Mientras que en el trabajo que desarrollemos por escrito podremos ahondar más en los distintos aspectos que desarrollemos para que se vaya entendiendo todo mejor, en la exposición tendremos una única oportunidad de hacernos entender. Evidentemente, este es un punto que nos puede limitar bastante, por lo que tendremos que tratar de explicar todo lo más claro posible. Para ello, recurriremos a oraciones simples y a un vocabulario directo.

Al igual que en el momento de estudio, para hacer una exposición, debemos centrarnos especialmente en las ideas principales, para ser ahí donde hagamos hincapié.

Además, no queremos aburrir a nuestros oyentes, por lo que también hay que intentar que la exposición que hagamos resulte entretenida. Asimismo, el tono empleado es también muy importante en este sentido, por lo que evitaremos expresarnos con un tono monótono.

Algo muy común que mucha gente suele hacer es leer algún texto que se ha preparado previamente. Este es otro factor que no resulta nada ameno. Es cierto que es buena idea, por si nos quedamos en blanco, tener a mano algún esquema que podamos consultar en caso de que fuera estrictamente necesario. No obstante, la mejor opción es intentar aprenderse la parte que nos toque exponer para que todo resulte mucho más fluido en el momento.

Tendremos también muy presente la comunicación no verbal que transmitimos, a veces sin darnos cuenta, mediante nuestro cuerpo. Y es que los gestos, las posturas, los movimientos y las expresiones de nuestro rostro son también importantes a la hora de exponer. Trataremos, por tanto, de mostrarnos seguros frente a lo que estamos explicando. De ahí que sea también primordial una correcta preparación.

A lo largo de la exposición hay dos momentos sumamente importantes: el comienzo y la finalización. Evidentemente, al empezar tenemos que captar la atención de quienes nos van a escuchar, por lo que es muy importante mostrarse comunicativo y ser lo suficientemente claro en lo que se dice. De ese modo, atraeremos a los oyentes, ya que, si lo hacemos bien, causaremos curiosidad en ellos y querrán saber de qué trata el asunto.

Finalizaremos con unas conclusiones que recojan y resuman las ideas que se han expuesto, apoyándonos en diversos argumentos. Y es que esta parte será, seguramente, la que mejor vayan a recordar quienes nos estén escuchando.

Sería muy recomendable apoyar la exposición oral con algún tipo de representación audiovisual. De este modo, puede resultar todo incluso más sencillo y ameno que si nos dedicamos únicamente a hablar de un tema. Eso sí, de nuevo nos encontramos ante una situación en la que no debemos limitarnos, exclusivamente a leer lo que ponga en la presentación. Simplemente será para nosotros un soporte más, pues lo que realmente hay que hacer es desarrollarlo con nuestras palabras.

Antes de exponer, es importante practicar para tener también en cuenta cuánto tiempo puede llevarnos la presentación. Esto es primordial, porque, en la gran mayoría de exposiciones, nos pondrán un tiempo límite. Por ello es recomendable ofrecer sólo las principales ideas. Así, si no hay reloj en el aula o el lugar donde expongamos, podemos recurrir al uso de un reloj que podamos colocar en algún sitio disimulado para ayudarnos a marcar el tiempo.


Cuando finalicemos una exposición, es ideal que instemos a los oyentes a comenzar, si fuera necesario, un turno de preguntas, para resolver posibles dudas que hubieran surgido durante la misma. La respuesta ha de ser concisa y tenemos que evitar dar rodeos. Si no sabemos la respuesta, no tenemos que inventarla, sencillamente indicaremos que nos comprometemos a consultarlo y a especificarlo en otro momento.

domingo, 10 de julio de 2016

¿Cómo afrontar un trabajo grupal?

En el caso de tener que enfrentarnos a un trabajo en grupo, nos expondremos a una dificultad mayor. No porque el tema que haya que tratar sea complejo, sino porque toca ponerse de acuerdo con otras personas para que el trabajo salga adelante. Esto implica que puedan surgir pequeños roces o problemas en el transcurso del mismo.

Si tenemos la opción de formas nosotros mismos los grupos, deberemos tener en cuenta quiénes son aquellas personas que nos pueden facilitar el proceso. Esto no quiere decir que tengamos que elegir a nuestros amigos más cercanos, lo primordial es saber de antemano que haremos grupo con gente trabajadora y cuyo trato sea fácil.

Cuando hayamos conformado el grupo, tocará ponerse de acuerdo para una primera reunión en la que deberemos repartirnos el trabajo. Asimismo, es un buen momento para establecer una serie de medidas y de reglas que todos tendrán que seguir tanto por su propio bien como por el bien del grupo (todos nos jugamos la nota). De este modo, se pueden fijar los días de las posteriores reuniones, por ejemplo, o, incluso, quién puede llevar la tarea de coordinación (siendo esta una de las más importantes, por suponer un control de todos los miembros y del trabajo que vayan desarrollando). Nos aseguraremos de que el reparto de tareas sea equitativo, es mejor que no haya demasiada diferencia para evitar futuros choques.

Otra cosa igual de importante que debería tratarse en esa primera reunión será la planificación del tiempo en función de la fecha de presentación máxima que nos indique el profesor. Será más fácil organizarse si se enumeran las cosas que han de ir haciéndose por orden, estableciendo la duración que tiene que tener cada proceso. Un ejemplo sería el siguiente:
Semana 1: tarea de documentación; es decir, se buscará la información necesaria.
Semanas 2: desarrollo de las partes que cada uno tenga asignada.
Semana 3: reunión para analizar cada una de las partes y decidir entre todos si debería cambiarse algo o si se está de acuerdo con el resultado.
Semana 4: el coordinador reunirá las partes y las organizará según el orden que se haya decidido en un principio. Se lo pasará al resto de compañeros, siendo el documento todavía un borrador.
Semana 5: reunión para aportar posibles correcciones del borrador.
Semana 6: entrega.

Esto es sólo un ejemplo. Evidentemente, si se dispone de más o menos tiempo, el reparto deberá ajustarse.

Es importante que las reuniones o charlas que se puedan tener durante el desarrollo del trabajo sirvan para verificar que absolutamente todos los miembros del grupo están cumpliendo con lo que les haya tocado. Así, nos aseguraremos de que podremos cumplir con los plazos establecidos. Nada de esperar hasta el último momento. Es por esto que resulta muy importante que todos los miembros sean personas trabajadoras y que sepan implicarse.

Si surgen problemas con la actitud de algún miembro del grupo, lo recomendable es que todos hablen con él e intenten hacerle saber que ha de esforzarse y cumplir, ya que no se está jugando únicamente su nota. En caso de que el aviso no dé resultado, será recomendable hablar con el profesor y/o decidir si puede ser mejor prescindir de ese miembro y que esa parte se vuelva a repartir entre todos.

Así, es importante tener en cuenta que todos los miembros han de colaborar de igual manera y que tienen que mostrarse respetuosos con respecto a sus compañeros. Eso sí, nadie es perfecto y todos podemos cometer errores, por lo que la tolerancia frente a los fallos hay que tenerla igual de presente.

martes, 5 de julio de 2016

Hacer un trabajo

A la hora de tener que presentar un trabajo para alguna asignatura en la que se nos pida, lo primero que hay que decidir, evidentemente, es el tema. En ocasiones, es el propio profesor el que indica de qué ha de tratar, pero otras veces son los alumnos los que tienen que pensar acerca de lo que quieren presentar.
Lo mejor para no meternos en una trampa, es pensar en un tema que no abarque demasiados aspectos. Seguramente nos veremos obligados a generalizar bastante y a pasar por encima de algunos temas sin poder entrar en profundidad en ellos. Sin embargo, tampoco es buena idea que el trabajo se centre en un aspecto que sea demasiado breve y que no nos permita desarrollarlo medianamente en condiciones porque nos va a cortar encontrar información al respecto.
Tratemos de posicionarnos en un tema que esté a medio camino para poder encontrar con anterioridad al desarrollo la información que consideremos que nos va a ser necesaria. Así, una vez que tengamos el material, sabiendo previamente la extensión mínima y/o máxima que se nos permite, podremos organizarla para saber qué orden queremos darle.
Según la materia y el nivel en el que nos encontremos, nos veremos obligados a consultar más o menos bibliografía. Pero en cualquier caso, no olvidemos la poderosa herramienta que es también internet. Eso sí, en ese sentido tendremos que ir con cuidado y fijarnos bien en que la información sea correcta. Para los trabajos universitarios, también sería buena idea la consulta de libros y revistas especializadas o, incluso, trabajos de investigación que hayan podido presentar otras personas anteriormente.
Contando ya con el material, pasaremos, como se decía anteriormente, a organizarlo. De este modo, tendremos primero la estructura con los apartados en el orden que vayamos a presentarlos. Lo ideal sería comenzar con una introducción y una explicación de la metodología, pasando después de lo más general a lo más concreto.
Todo trabajo ha de comenzarse con un índice, lógicamente, ya que esta será la mejor manera de saber en qué páginas podemos encontrar qué información. De igual manera, ha de terminarse con un apartado de conclusiones donde echaremos la vista atrás al desarrollo. Destacaremos las ideas principales que hemos abordado, tratando de que estén bien elaboradas.
A la hora de redactar, es importante (sobre todo en trabajos universitarios) que expresemos las ideas y los conceptos con nuestras propias palabras y que nos apoyemos en diversas citas entrecomilladas de la bibliografía. 
Una buena idea es redactar el trabajo sin empezar a revisarlo cada dos por tres antes de haberlo terminado. Ya tendremos tiempo de hacer esto cuando lo tengamos finalizado, ya que de lo contrario vamos a ir mucho más lentos. Es mejor esperar para pulirlo y, si hiciera falta, mejorarlo.
En algunas situaciones, puede ser muy recomendable incluir algún tipo de anexo al final del trabajo con información que no hayamos podido utilizar o en la que no hayamos podido profundizar debido a su extensión. Otra idea es simplificar esta misma información en las típicas notas a pie de página.
Lo último que tendremos que incluir en el trabajo es una lista con la bibliografía empleada, que será presentada empezando con los nombres de los autores alfabéticamente.

Por último, pero no por ello menos importante (de hecho es algo imprescindible), hemos de tener en cuenta al ortografía y la manera de expresarnos. También es importante, si escribimos a ordenador, tener en cuenta la tipografía de la fuente, el tamaño, la separación entre líneas, etc.

jueves, 30 de junio de 2016

¿Qué pasa si tenemos que hacer un examen oral?

Como creo que todos sabemos, un examen de carácter oral suele resultar algo más complicado que un examen escrito, ya que en el segundo caso tendremos más tiempo de reflexión y podremos organizarnos mucho mejor las respuestas. De ese modo, se puede empezar por las preguntas que mejor se lleven, algo que, probablemente, no podamos hacer en el caso de un examen oral.

En el caso del examen oral, nos enfrentamos una mayor presión debido a la falta de tiempo para poder pensar bien cómo abordar la respuesta. Además, hay que sumar que la presencia propia del profesor ante nosotros esperando expectante la respuesta… impone bastante más, lo cual es un factor que podrá favorecer la aparición de nervios con más facilidad.

No obstante, a pesar de todo esto, un examen oral puede llegar a tener sus ventajas, ya que nos dará la oportunidad de poder “lucirnos” delante del profesor si de verdad lo llevamos correctamente preparado.

Tengamos en cuenta que, al contrario de lo que ocurre con un examen escrito, podremos profundizar mucho más en la respuesta, por aquello de que hablar es más rápido que escribir. Así, podremos realizar comparaciones más extensas, detallar más los aspectos del tema, etc.

Lo que tenemos que intentar hacer antes de enfrentarnos a una situación de examen oral será pensar que solo es una manera distinta de examinarse. De ese modo, nos obligamos a prepararlo todo lo bien que se pueda, que, al fin y al cabo, será lo que tendremos que hacer si no queremos que los nervios nos jueguen una mala pasado (que puede pasar igualmente), pero la clave estará en saber llevar la narración lo mejor posible. Así, aunque podamos dudar, el profesor sabrá ver también que sabemos cómo conducir los datos.

Esto también nos ayuda a mejorar la rapidez mental, pues tenemos que tratar de ir desenvolviéndonos sin que se noten demasiado los momentos de posible vacilación.


De hecho, algo que suele suceder en este tipo de exámenes es que se trata más de una interacción con el profesor. Es casi una especie de diálogo donde, si se tiene suerte, el profesor también hará un papel fundamental en la guía y, si estamos atentos, podremos obtener ciertas pistas para desarrollar la materia, haciéndolo siempre con nuestras propias palabras.

domingo, 26 de junio de 2016

El olvido: nuestro gran enemigo frente al examen

Es importante tener presente que siempre estamos expuestos a que nos falle la memoria en un momento dado. Puede pasar que nos toque enfrentarnos a ese momento en que la mente se nos queda totalmente en blanco y no logramos recordar todo lo que llevamos estudiado. No hay que preocuparse, no somos perfectos y es algo totalmente humano. No obstante, en ocasiones esto se debe a una mala preparación. 
Si nos planificamos bien el estudio, lo estructuramos adecuadamente y optamos por un método eficaz, puede resultarnos más fácil acudir a los datos que tenemos que ir recordando según vamos escribiendo en el examen. 
Por lo general, podemos confirmar que pueden influir diferentes factores en el olvido de la materia o de cierta parte de la información. Puede ocurrir si empezamos a estudiar con bastante antelación sin repasar lo ya estudiado de manera adecuada. Tampoco ayuda estudiar de manera mecánica, siendo este un hábito que debería corregirse, pues podemos creer que manejamos bien todos los datos y lo más probable es que no sea así. Hay que consolidar bien la información. 
Otro de los motivos por los que podemos encontrarnos en una situación de olvido es haber estudiado a prisa y corriendo la noche anterior. Es imprescindible descansar bien para asimilar mejor la materia, además de que eso ayuda a despejar la mente de cara al examen. 
En resumen, si queremos evitar en medida de lo posible que nos falle la memoria (aunque nadie está exento), tenemos que intentar repasar debidamente los datos de manera diaria para procurar una buena asimilación de los mismos.  Con repetirlos de memoria no es suficiente, hay que ENTENDER. De ese modo, aunque nos olvidemos de algo concreto, podemos realizar una reflexión igual de válida tratando de explicarlo de manera diferente, pero recogiendo lo esencial. 

Recordad que otro buen truco para no caer en la trampa del olvido es preparar cosas que nos den pistas para recordar la información. Así podremos, como se decía anteriormente, ir avanzando en el desarrollo de lo que se nos pregunte, aunque no nos acordemos de las palabras exactas.

lunes, 20 de junio de 2016

Posibles usos de la memoria en el estudio

Según cómo decidamos organizar nuestro estudio, podemos optar por dos opciones, según preferencias o según cómo notemos o consideremos que mejor nos va a cundir. Por un lado, podemos centrarnos en un estudio concentrado y, por otro, en un estudio fraccionado. 
En el primer caso, el estudio del tema en cuestión (o incluso asignatura) se va a concentrar en unos pocos días, por lo que tendremos que dedicar más horas al día (lo cual es ideal, si contamos con tiempo libre) hasta que consideremos que ya tenemos todo dominado. 
En el segundo caso, el estudio se realiza de manera más fraccionada, poco a poco, pero sin abandonar cierta frecuencia. Es decir, cada día ha de encontrar un momento idóneo para el estudio y estudiar durante un rato el tema que corresponda. 
Siendo realistas, el primer método puede llegar a resultar demasiado pesado, por lo que es mucho más recomendable ir estudiando poco a poco, pero sin dejar que nos pille el toro. Puede resultar muchísimo más provechoso, pues nos facilita la asimilación de la información que vamos leyendo, los conceptos, etc., y esto se va manteniendo de manera más sencilla en la memoria a largo plazo. 
También podemos organizar nuestro estudio en función de la división que presente una asignatura. En este sentido, hay que tener en cuenta dos posibilidades: hacer una retención y memorización global o ir por partes. 
En el primer caso, la información se tendrá en cuenta en todo su conjunto. Es decir, realizamos una lectura de principio a fin de la lección en cuestión. Tratamos de memorizar y de repetir la lección las veces que sea necesarias.
En el segundo caso, como se señalaba también en uno de los casos anteriores, el tema se dividirá en secciones. Así, realizaremos una primera lectura global, para pasar a estudiar más detenidamente parte por parte, hasta que consideremos que ya tenemos dominada ese tema. Tras esto, trataremos de abordar la lección al completo, para cerciorarnos de que no tenemos lagunas entre los epígrafes. 
Como señalaba al comienzo de esta entrada, la elección de una técnica u otra deberá apoyarse en las preferencias de cada estudiante, puesto que cada uno estará más cómodo realizando una u otra posibilidad. No obstante, suele ser mejor opción el segundo método, aunque no tiene que ser necesariamente así.