Para empezar, es imprescindible
tener claro que la experiencia de hablar en público tiene que asentarse en un
objetivo inicial: transmitir una información, manifestar alguna opinión o,
sencillamente, entretener. Así pues, será esa intención la que utilizaremos
para orientar nuestra intervención.
Hay que tener en cuenta que el
hecho de hablar delante de otras personas no significa que tengamos que
limitarnos a ponernos delante de todo el mundo y, simplemente, “vomitarlo todo”.
Evidentemente, tenemos que ganarnos la atención del público; es decir, hay que
establecer una verdadera comunicación para que el mensaje se capte y sea
efectivo.
Es importante que organicemos
bien las ideas que queramos transmitir y que nos aprendamos realmente bien la
intervención que queramos realizar. Esta es una tarea que no ha de centrarse
exclusivamente en preparar el discurso en sí, puesto que también hay que
ensayarlo para ver cuál es la mejor manera de exponerlo.
Como se advertía en anteriores
líneas, tenemos que captar la atención del público, haciendo que la gente se
interese por el tema desde un primer momento. Por tanto, tendremos en cuenta
que está bien conocer la materia que se va a tratar, pero lo realmente
importante es saber cómo hablar correctamente de la misma. La exposición ha de
ser lo suficientemente atractiva para no aburrir al público. Así pues, hay que
ser sugerentes y convincentes.
Cierto es que lo primero que hay
que tener presente a la hora de exponer un determinado tema es que tenemos que
manejarlo de tal manera que se vea que lo dominamos. Se supone que el público
que nos escuchará no será demasiado experto y, precisamente por eso, pretenderá
adentrarse más en la materia. De ahí la importancia del dominio del tema, por
un lado.
A la hora de ponernos a escribir
el discurso, notaremos que no es la parte más fácil del proceso, precisamente.
Así como tampoco es una de los momentos determinantes. Eso sí, la manera de
exponer las ideas es lo verdaderamente fundamental. Y es que, un mismo discurso
puede tener acogidas muy diferentes según las habilidades que demostremos.
Es evidente que los posibles
nervios son algo más que naturales. No obstante, tenemos que pensar en todo
momento que no nos estamos plantando delante de nuestros enemigos (el público),
ya que si asisten al acto es porque el tema les interesa de antemano. Así como
también esperan del orador que sea una persona versada sobre la materia en
cuestión.
Tendremos especial cuidado en
cómo exponemos las ideas oralmente, empleando un vocabulario correcto y
adecuado, mostrando cuidado con los gestos y movimientos (que sean naturales y
no demasiado forzados), etc. También es muy importante la vestimenta, intentando
que esta sea lo más formal posible, sin que tampoco resulte demasiado sobrio.
Algo intermedio estaría bien. Y es que todos estos detalles van a ser tenidos
muy en cuenta por la gente que se siente a escucharnos.
Poco a poco, iremos adentrando
más aún nuestros pasos en el mundo de las exposiciones orales.